Al cruzarse nuestras miradas
te descubrí, tus ojos dijeron: ven a mi,
y yo confuso, desconfiado,
sin saber que hacer, quise incitar al destino,
quise arriesgarme y acepte el llamado
de la mirada profunda que decía:
confía en mi, estoy aquí, te haré feliz.
Allí estábamos, tu, yo,
nuestras miradas gritando nuestros deseos,
y nuestros cuerpos traicionados por las ansias y los nervios.
Nuestras miradas lo decían todo,
Nuestro pasado, nuestro presente, nuestros deseos;
Te deseo….
No hubo holas,
no hubo adiós,
solo nuestras miradas se conocieron,
nuestros cuerpos quedaron olvidados
en aquel espacio, en donde ni tu ni yo
participamos del momento.
Así, sin que pasara nada más,
nuestras miradas se fueron alejando
sin dejarnos saber
que aquel no fue un simple momento,
fue nuestro encuentro,
encuentro que da comienzo
a este deseo inmenso, de conocerte,
de tenerte, de quererte, de un
hasta luego.